Cerebros Algodón de Azúcar y Bellota.

¿ERES DE LOS QUE NO RESISTEN LAS GANGAS, NO PUEDES COMER SÓLO UNA, O SE TE DIFICULTA AHORRAR? HE AQUÍ POR QUÉ.

Gracias a los científicos que no paran de estudiar la conducta humana, cada día sabemos más acerca de nuestro comportamiento, es decir, nos conocemos a nosotros mismos y podemos saber por qué actuamos de determinada manera. Científicos como Morten Kringelbach de Oxford, sostienen que en el cerebro humano reside el sistema del placer que nos empuja a buscar satisfacciones y recompensas a corto plazo, a la vez que nos invita a evitar el dolor o el sufrimiento. El papel positivo de esta característica es que podemos buscar el sol cuando sentimos frío o experimentar el consuelo de un abrazo, pero a veces esta facilidad actúa en nuestra contra como cuando logramos romper una dieta, desistimos de un ahorro o caemos en una adicción, Cuando esto sucede, ocurre que estamos favoreciendo el dominio de nuestro “cerebro nube de azúcar”, el que nos gratifica con recompensas a corto plazo.

Afortunadamente, los humanos también tenemos la aptitud de utilizar nuestro “cerebro bellota”, el cual nos permite alcanzar objetivos trascendentales o cumplir anhelos como terminar una carrera universitaria, formar una familia o construir un hogar. Como te puedes imaginar, el cerebro bellota es llamado así debido a la analogía que existe entre las ardillas que (por instinto) recolectan y almacenan bellotas para alimentarse durante el invierno. Pero lo importante es que gracias a esta facultad también somos capaces de planear nuestras vacaciones, ahorrar para la universidad de nuestros hijos o prever nuestra jubilación. La certeza de poseer esta cualidad radica en el conocimiento de que en un pasado remoto algún antepasado guardó la primera semilla para iniciar el cultivo de alimentos que lo mantendría vivo a él y a los suyos durante la siguiente estación de sequía. 

Sin embargo, hay que admitir que con frecuencia tendemos a que predomine el cerebro nube de azúcar, y por eso nos cuesta tanto trabajo ahorrar agua, separar la basura, mantener limpios los ríos o reciclar en vez de comprar algo nuevo; nos domina la comodidad y preferimos creer que “otro” se encargará de venir a solucionar los problemas que estamos dejando pasar.

Lo reconfortante de todo esto es saber que el cerebro bellota es capaz de generar el “pensamiento catedral” que recibe este nombre por los sólidos, bellos y centenarios monumentos que nuestros antepasados fueron capaces de construir y de los que aún disfrutamos en la actualidad. Si te preocupa el estado del mundo actual  o el futuro de tus hijos y nietos deja de preocuparte y pon en práctica tu cerebro bellota. Seguramente encontrarás muchas formas de participar para que ellos, sus hijos y sus nietos vivan en un planeta bello, seguro y amigable al tiempo de que perpetúan la tradición de pensar a largo plazo. 

María del Carmen Salazar Hernández